PARA TI: Querida amiga, mujer excepcional: Loló Navarro.
MARTHA ELSA DURAZZO M.
Partió la querida amiga Loló Navarro… Si bien Loló era oriunda de Jalisco, su amor por Veracruz y su trayectoria la convirtieron en patrimonio de los veracruzanos, era veracruzana, por vocación y convicción. A Loló la recuerdo, con cariño, desde mi adolescencia; mujer comprometida con el teatro, la cinematografía y un grado, profundo, de interés por la promoción cultural y la Literatura; en su despedida estuvieron la Secretaria de Turismo, Cultura y Cinematografía: Lic. Leticia Perlasca, la C. Alcaldesa de Veracruz: Mtra. Carolina Gudiño y otras personalidades y así debió ser como Homenaje al quehacer de una mujer culta.
Las memorias se desplazan y una lluvia de imágenes se deslizan por las vertientes que me llevan a recordar el afecto que por ella sentía Juan Vicente Melo, su codirigir en Teatro con uno de los gigantes de la escena mexicana: Julio Castillo, las ocasiones que charlamos y que Loló, con su innegable “chispa” provocaba mi sonrisa; sus anécdotas de algunas filmaciones, con quién había actuado y tal… Recuerdo, entre algunos datos, algo que me sorprendió, asunto que me hizo sonreír, su “confesión”: -Ay mana, cuánto me gusta comprarme trapos –así me dijo Loló-. Era una mañana en que me invitó a desayunar con su compañero Carlos Arturo Corona. El cariño y confianza que me tenían le permitían opinar de tópicos, acera de mí u otros, que yo escuchaba con simpatía y atención. Le gustaba la manera en que realizaba mis lecturas y aún la recuerdo –en el Teatro Clavijero, año 2010, representación de La Pasión- cuestionándome qué personaje de la Independencia quería yo interpretar en una obra de Teatro que ella dirigiera: –Mana, no sabes a qué lugares te voy a llevar. Sus palabras, para mí, eran significativas, ella era una mujer conocedora… Le respondí el nombre de la fémina, pero añadí que el asunto era complicado y que, seguiría haciendo lectura en atril, pero la vida me marcaba pautas de estar en Veracruz puerto. Ése día, el entonces gobernador del Estado, subió al escenario y le hizo entrega de un Reconocimiento… Y estuvo bien, porque Loló lo merecía, tanto como la Medalla Veracruz.
Asimismo me provoca distender los labios traer al presente un evento cultural –concurso de ramas- en las Atarazanas… Yo me sentía contenta de ver que a Loló la tenían muy acomodada en la “fila” de los más importantes, yo estaba sentada un poquito detrás y pensaba: -“Le hizo justicia la revolución” a Loló. Pronto ella me descubrió y cuando la aludían, encomiablemente, volteó a sonreírse conmigo, con un brillo picaresco en su mirada. Asimismo participó, como moderadora, en un evento de la Unión Estatal de Escritores Veracruzanos, en la misma mesa estaban participando Úrsula Ramos y Carlos Arturo Corona… Loló platicó de Úrsula, de lo buena amiga que había sido con ella, cuando recién llegó al puerto; era una gran conversadora –pueden traerse a la memoria sus charlas en el IVEC con actrices y actores representativos de la escena-… A mí el asunto me dio la medida de una mujer que sabía guardar en el cofre de su interioridad a los buenos amigos, a las manos que se extendieron para apoyarle…
En algún momento la Unión Estatal de Escritores Veracruzanos determinó realizarle un Homenaje, hicimos la propuesta al entonces Alcalde, quien recibió complacido la proposición y con Luis Fernando Ruz Barros se lo realizamos “a tambor batiente” en el Teatro Clavijero, enmarcado en el XI Encuentro Nacional de Escritores; Nora Domínguez, entonces en Eventos Especiales del H. Ayuntamiento de Veracruz, hizo los trámites y el IVEC nos proporcionó documental acerca de Loló quien estuvo rodeada de un gran número de ciudadanos –Teatro lleno- y escritores procedentes de 15 estados del país; ella estuvo feliz.
Cuando recibí la noticia de su partida, la serenidad me abordó; ella había sido una mujer buena, una “general” en el campo de las lides de la promoción cultural, buena actriz y amiga; entendí que era su tiempo de irse y se iba plena; reviví el brillo de su mirada, la profundidad de la misma, su pañuelo anudado a la cabeza, poniendo imagen y personalidad en su estilo; reviví algunos de sus comentarios y momentos amables compartidos y respiré hondo, recordando aquélla ocasión en que tomó mi mano y me dijo: -Para mí, eres una hija.
Le hice su Homenaje –medité-, y me sentí plena.
Un abrazo y mi consideración al amigo Carlos Arturo Corona, a Eduardo Sansores y a todos los que bien amaron a una mujer sui géneris: Loló Navarro Ronquillo.
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