TEATRO

De Reynaldo Carballido.

COSIJOPI
Fragmento teatral
ESCUCHAMOS VOCES.
- ¡Mueran los encomendadores!
- ¡Muera el fiscal!
- ¡Muera el vicario!
- ¡Muera el virrey!
- ¡Lo sueltan o nos morimos todos!
ENTRA COSIJOPI SEGUIDO POR EL FRAILE.
Fraile.– Noble Juan Cortés tienes que detener a esa turba por el bien de la comunidad; están cien alguaciles listos para disparar, no permitas el derrame de sangre de tu pueblo. BREVE PAUSA. Tú sabes que lo sucedido responde a un deber de conciencia y que yo no podía pasar desapercibido, jamás me pude hacer el desentendido, es mi obligación moral y también lo sabes, antes de soltarte estoy dispuesto a morir en manos de esa turba.
Cosijopi.– BREVE PAUSA. Ustedes no reparan en las consecuencias; quisiste invadir conciencia ajena, libre por su naturaleza de espionaje y de castigo terrestre. BREVE PAUSA. He sido para este pueblo un soberano en servicio constante, ellos no se manifestarían mis fieles, si viéndome ayer poderoso y hoy un desgraciado preso; no compartirían mi dolor, este hombre antes respetado de los enemigos, hoy me encuentro en esta circunstancia a pesar de haber cedido mis tierras a vuestro rey. ¿Qué deben esperar mis súbditos en el porvenir?
Fraile.– NERVIOSO. ¿Hablarás con ellos?
Cosijopi.– BREVE PAUSA. Nada es eterno, todo es cambiante, somos movimiento personificado, somos la voluntad de ese movimiento, somos la fuerza transformadora para beneficio de mi pueblo. Cumplimos con un destino, esto es el fin de un ciclo pero también es el principio del prodigio de esta gente; pasarán muchos años y al fin nacerá el nuevo hombre, la nueva vida que llevará a este pueblo a la gran evolución cósmica.
Fraile.– IMPACIENTE. Habla con ellos o entran los alguaciles.
COSIJOPI CAMINA HACIA EL PÚBLICO. SALE EL FRAILE. SE OYEN VOCES. EXCLAMACIONES.
- ¡Todos los pueblos del Istmo estamos con vos!
- ¡Estamos prestos para el sacrificio!
- ¡Viva Cosijopi!
- ¡Viva los Copabitoos!
- ¡Vivan los defensores de nuestras costumbres!
Cosijopi.– CON UN GESTO PIDE SILENCIO. Supimos que vendrían unos extranjeros que merodeaban por las costas, llegaron y no los detuvimos y ahora saquean nuestra riqueza; cumplimos nuestro destino, estuvimos divididos ante el embate del enemigo y frente a las circunstancias es inútil resistir, nosotros ya cumplimos, no tengo ánimos para sobrellevar el peso de mi desgracia, nada remediaréis vosotros con vuestros afanes, antes bien, si algunos excesos cometéis, quedará empeorada la situación. Convencido de que me respetáis, os pido que obedezcáis el nuevo orden; por ahora nada se puede hacer; id a vuestras casas y haced una resistencia silenciosa. Avanzad sin olvidar vuestro idioma y vuestras costumbres.
ENTRAN OTROS DOS FRAILES, SE DIRIGEN A COSIJOPI.
Fraile 1.– Noble, Juan Cortés, venimos enviados por el señor Obispo Alburquerque, amigo de vuestra Señoría, para hacerle el sumariasen como reo de conciencia
Fraile 2.– Juan Cortés Cosijopi será juzgado por sus ideas.
Fraile 1.– A Cosijopi no le cabe en la cabeza que hay un sólo Dios y es el nuestro.
Fraile 2.– El noble indio tiene una terrible ignorancia del misterio cristiano.
Fraile 1.– Haremos todo lo posible para que su proceso sea un acto de caridad y no se avenga al rigor de la justicia.
Fraile 2.– Será juzgado por la jurisdicción eclesiástica.
Fraile 1.– ¿Quiere escuchar el auto de fe?
Cosijopi.– BREVE PAUSA. No estoy conforme con el procedimiento y desde luego os recuso, tanto por ser amigo del Obispo Alburquerque, como porque siendo soberano, sólo corresponde el conocimiento de mi presunto crimen a la corona de Castilla.
Fraile 2.– ¿Se atreve a recusar la benevolencia del señor Obispo?
Cosijopi.– Con toda mi consideración, señores jueces, no quiero nada con la jurisdicción eclesiástica y les pido que pasen mi expediente al conocimiento de la Real Audiencia.
Fraile 1.– ¿Desconfía de los dignatarios eclesiásticos?
Cosijopi.– En esta situación, no de las personas sino de las leyes que rigen ese horror que es la eclesiastía.
Fraile 2.– CAMINA PARA SALIR, LO SIGUE EL OTRO. El señor Obispo Alburquerque será informado, con permiso. SALEN. ENTRA UNA MUJER, LO OBSERVA.
Cosijopi.– MIRÁNDOLA. Los jueces reales me citan para comparecer en juicio por conducto de la autoridad de Tehuantepec, me notifican el Auto y en mi caso les determino que todo será cumplido en todas sus partes.
Mujer.– SE ACERCA, LO ABRAZA. Este adorado esposo, comprendo tu sufrimiento, no me entristece tu suerte, me preocupa las acciones de ese grupo que representa la autoridad.
Cosijopi.– Esta entrañable Zeetoba, compareceré en la capital y me someteré a un orden de normas legales.
Zeetoba.– Ya no sé cuáles son peores, si las leyes reales o eclesiásticas.
Cosijopi.– Debo confiar que en la capital escucharán mis razones y entenderán mis actos como guía de este pueblo. En mi caso no quebranté ninguna norma legal.
Zeetoba.– Esposo adorado, quiero ir contigo y estar a tu lado.
Cosijopi.– No, Zeetoba, tú debes ocupar mi lugar aquí, porque tú sabes cómo animar a mis fieles.
Zeetoba.– Vivimos 40 años juntos, nuestra hija Donají cumplió 38 años, Felipe 36 y Hernando 34.
Cosijopi.– Tengo 57 y tú 54.
Zeetoba.– 50 años de conocernos, tú tenías 7 y yo 4, cuando jugábamos entre lirios, azucenas, dalias, laurel, paquiras, zempaxóchitl, izquixóchitl, pochotl, tzonpantli.
Cosijopi.– Entre árboles de zapote negro, blanco, amarillo, anona, guayaba, ciruelos, aguacates, cuajilotes, nanches, capulines, tejocotes, guajes.
Zeetoba.– Ahí decidieron nuestros padres juntar nuestros cuerpos y hacer un alma.
Cosijopi.– Pasaron los años y nos quedamos solos, nuestros padres murieron y nuestros hijos hicieron su vida.
Zeetoba.– Mi padre y mi madre nunca abandonaron Zaachila, ahí junto a sus utensilios murieron de frente al enemigo.
Cosijopi.– Xóchitl, Macuil, Coyolicaltzin, Cosijoeza, mi venerado preceptor Alarii, sabio a la hora de conciliar intereses con los conquistadores. Hoy seguimos nosotros.
Zeetoba.– Ahora hablemos del diario vivir.
HACEN UN DIÁLOGO DONDE ES INDISTINTO QUIEN HABLA, ALGUNAS VECES PUEDEN REPETIR EL VERSO. POEMA “RECONCILIACIÓN” DE ANA MARÍA SERRANO.
- De tu lunar.
- De tus oídos.
- Del olor de tus pies.
- De mis manos maltratadas.
- De mi abdomen duro.
- Hablemos del amor.
- De tu aliento.
- De mis dientes venteados.
- Hablemos de nuestro sexo.
- De mi lengua pálida.
- De mi garganta inflamada.
- Hablemos de nuestra ropa.
- De mi medicina.
- De mi dolor de pecho.
- Pregúntame de la comida.
- De mi recuerdo.
- De tus manos suaves.
- Hablemos del calor.
- De tu caminar sonámbulo.
- De los chiles rellenos.
- Del agua fresca.
- De la sopa.
- De la gente que pasa.
- Del sudor.
- De la gente que pasa.
- Hablemos de reconciliación.
PAUSA. SE MIRAN, SE ABRAZAN FUERTE.
Zeetoba.– ¿A qué hora te vas?
Cosijopi.– Diles a mis hijos que en la madrugada.
Zeetoba.– La vida será diferente sin ti.
Cosijopi.– La vida será diferente.
Zeetoba.– No puedo evitar salir mis lágrimas.
Cosijopi.– Tengo un nudo en la garganta.
Zeetoba.– Nuestro amor inmenso.
Cosijopi.– Nuestro amor.
LA BESA, SE ABRAZAN FUERTE. ELLA SE DESPRENDE Y SALE RÁPIDO.

Fin de la secuencia.


Reynaldo Carballido: Premio “Juan Ruiz de Alarcón” por la Mejor Obra de Estreno Nacional en el D. F. 1980. Miembro del Sistema Nacional de Creadores Artísticos CONACULTA 1997–2003. Miembro en la categoría de Creadores con Trayectoria del Programa de Estímulos a la Creación Artística de Veracruz 2007. Ha publicado en Editores Unidos Mexicanos, Universidad Veracruzana, Instituto Politécnico Nacional, Universidad Autónoma Metropolitana, Edit. Árbol del D. F. Pte. Honorario de la UEEV.

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Del Mtro. Dante del Castillo:
EL DIOS DEL MAÍZ Y DE LA MÚSICA
Obra en un acto basada en una leyenda totonaca

Sinopsis del primer cuadro y parte del segundo

¿Cómo fue concebido Kitsis–Luwa? Su padre que era un nagual, una noche vio pasar a Natsi´Itni, una mujer muy hermosa, le gustó tanto, que el nagual se convirtió en pulga, brincó en la falda de Natsi´Itni en el preciso momento en que ella entraba a su casa y ya dentro, el nagual retomó su forma humana y juntos pasaron una noche de amor inolvidable; la mujer se embarazó, y poco después dio a luz a Kitsis–Luwa, un niño tan hermoso como su madre, sin embargo, el infante murió al poco tiempo y la propia Natsi´Itni sola fue a sepultarlo afuera de un cementerio, donde puso una cerca alrededor de la tumba y sembró en ella una semilla, días después brotó de la tierra una mata nueva, desconocida, que creció como una sola caña, cubierta de hojas grandes y llena de mazorcas: trece de ellas, crecieron al Este y las otras doce al Oeste; por ese entonces hubo una hambruna en el pueblo y Natsi´Itni se acordó de la semilla que había sembrado, fue hasta la tumba de Kitsis–Luwa y vio el fruto de su siembra, cortó las mazorcas y las desgranó aunque aún estaban verdes, para preparar un guiso llamado Xambe, pero cuando quiso comerlo estaba tan amargo que no pudo tragarlo. Fue hacia el río y tiró los granitos en el agua, uno de ellos cayó en el carapacho de una tortuga y de ese pequeño grano, renació Kitsis–Luwa, el niño creció tanto, que la tortuga ya no pudo sostener su peso y lo dejó en una orilla del río, cercana a donde vivía Natsi´Itni. El niño fue a buscar a su madre y el reencuentro para ambos, fue muy feliz, el niño comenzó a tocar varios instrumentos musicales, cantaron y bailaron hasta la madrugada; con gran disgusto de los dioses trueno que mandaron aprehender al niño porque no toleraban ningún ruido. Anteriormente ya habían matado al padre de Kitsis–Luwa, porque a éste le encantaba tocar el violín a toda hora. Kitsis–Luwa está a punto de correr la misma suerte, pues los dioses también quieren destruirlo, pero como no pueden hacerlo directamente, le ponen algunas pruebas muy difíciles para perdonarle la vida. Kitsis–Luwa sale vencedor de las tres primeras y aquí comienza la cuarta y última prueba.

La acción en la caverna de los dioses truenos.

NIÑO: Con ésta son tres veces que los he derrotado, creo que ya he ganado mi perdón.

TRUENO DEL ESTE: Desde luego, ya es tuyo; pero si vences la cuarta prueba, podrás pedirnos una cosa, la que tú más desees.

NIÑO: ¿Podrían ser dos?

Los truenos se juntan a deliberar secretamente. Se ponen de acuerdo.

TRUENO DEL ESTE: Está bien, te concedemos las dos cosas. Sólo que antes tendrás que vencer al gran caimán (Con sus dos manos da una sonora palmada y aparece un enorme caimán haciendo un gran ruido y abriendo su descomunal hocico amenaza al niño.

NIÑO: (Se le enfrenta) No te tengo miedo y abre más tu hocico, no ves que si no, no puedo entrar en él y no podrás comerme.

El caimán abre su hocico a todo lo que da y el niño saca de su cintura un gran cuchillo con el que le corta la lengua, el animal da grandes alaridos y sale huyendo por donde entró, el niño le lanza la lengua al animal y el espacio se ilumina como si estallara un relámpago. Los truenos abren sus bocas y comienzan a lanzar sonoros tronidos, se asustan mucho.

TRUENO DEL ESTE: ¿Qué nos pasa?

TRUENO DEL OESTE: ¡Qué ruidos tan espantosos salieron de nuestras bocas!

TRUENO DEL SUR: ¿Qué sucede? Siento mis oídos lastimados

TRUENO DEL NORTE: Nunca antes había escuchado un sonido igual.

TRUENO DEL ESTE: ¿Qué nos has hecho? ¿Acaso eres un niño hechicero?

NIÑO: No soy hechicero, sino Kitsis–Luwa el dios del maíz y de la música y les impongo éste castigo para siempre, por haber cometido tantas injusticias. A ustedes les molestaba la música, según decían no era más que ruido y mataban sin consideración a quien lo hacía, pues ahora, ustedes harán ruido y será tan espantoso como el de hace un rato. La lengua del caimán que convertí en relámpago, será la señal para que ustedes truenen y después venga la lluvia. Deben también hablar con sus aliados, el viento y las nubes para que ellos procuren que la siembra se logre, para eso la lluvia debe ser benigna y sólo humedecer y alimentar los maizales, para que broten las mazorcas llenas de los granos que serán el alimento de mi pueblo y los vientos deben controlar su furia, para no derribar las milpas y que las cosechas se pierdan. Esas son mis reglas y como enemigos a quienes he vencido, habrán de respetarlas.

TRUENO DEL ESTE: Yo me comprometo a hacerlo.

TRUENO DEL NORTE: Por mí también serán respetadas.

TRUENO DEL SUR: Cumpliré lo que has dispuesto.

TRUENO DEL OESTE: No me queda más que acatar tus condiciones. Ahora que no podemos responder por nuestros aliados el viento y las nubes, ambos son caprichosos y autónomos.

NIÑO: Hablen por lo menos con ellos y traten de convencerlos.

TRUENO DEL ESTE: Te prometo que lo haré, creo tener cierta influencia con ellos.

NIÑO: Ahora, me van a conceder las dos cosas que me prometieron y que yo mismo con mi esfuerzo me he ganado.

TRUENO DEL ESTE: Pide, pide lo que quieras

NIÑO: Pido que me entreguen el cadáver de mi padre.

TRUENO DEL SUR: Te lo entregaremos, sin ningún problema.

TRUENO DEL NORTE: ¿Y cuál es la otra cosa que quieres?

NIÑO: Que me lo dejen llevar.

TRUENO DEL OESTE: Puedes llevártelo cuando quieras.

NIÑO: ¿Dónde está?

TRUENO DEL OESTE: (Le señala un pequeño montículo en la caverna) Ahí, ahí está el cuerpo de tu padre.

NIÑO: Déjenme solo con él, después juntos nos iremos tranquilamente, ya conozco el camino para salir de aquí.

Los truenos salen lentamente muy tristes por haber sido derrotados.

Después el niño se dirige hacia el montículo, abre sus brazos en cruz y exclama:

NIÑO: Padrecito mío, yo que tengo la naturaleza y el poder de renacer una y mil veces, te ordeno que renazcas a una nueva vida, revive padre querido, es mi mandato.

De la tumba comienza a erguirse el cuerpo de su padre.

NIÑO: Padre mío, padre adorado, ven conmigo que te llevaré a la casa.

PADRE: No puedo caminar, se me ha olvidado.

NIÑO: Si lo haces lentamente, podrás, anda inténtalo.

El padre torpemente comienza a caminar y a medida que avanza lo va haciendo más normalmente hasta que ambos salen de la caverna de los truenos.

La luz de la escena va cambiado y la escenografía también

Aparece al frente un bello jardín con un gran árbol y al fondo la humilde casa de una familia totonaca. El niño y su padre entran a escena.

NIÑO: Hemos llegado a la casa. A mi mamá le dará mucho gusto verte.

PADRE: No quiero que me vea en éstas condiciones, mejor regresaré otro día, convertido en algún animal que sea del agrado de ella. Recuerda que soy nagual.

NIÑO: No digas tonterías, ella te recibirá así como estás. (De pronto un pequeño rayo cae sobre el árbol y derriba una de sus ramas. Seguidamente se escucha un trueno, el padre cae al suelo, presa de pánico, imita los movimientos de un ciervo herido, luego se levanta.

NIÑO: No te espantes, déjame explicarte lo que pasa, sólo fue un pequeño rayo y un pequeño trueno. (Sale corriendo) No es nada grave, no me dejes padre, te necesito, quiero estar contigo en la casa, disfrutar el hogar, tenerte a mi lado y sentir tus caricias paternales aunque sea por poco tiempo, las necesito, no te vayas, no te vayas, no huyas y menos así, con ese miedo irracional, no, así no, así no.

PADRE: (Regresa ya convertido en ciervo) Adiós, hijo, adiós. (Se va)

NIÑO: Vete, pues, ciervo testarudo. Ahora, mi decreto es que ya no serán los dioses trueno, sino los hombres los que te seguirán matando.

NATSI´ITNI: (Sale de su casa, al verlo se pone feliz) Hijo, ¡qué alegría! ¡Has regresado! ¿Qué fue esa luz que brilló hace un rato y luego ese sonido tan raro, de dónde vino? Sentí un poco de temor.

NIÑO: No temas, son dos creaciones mías, dos nuevos fenómenos de la naturaleza a los cuales te irás acostumbrando poco a poco.

NATSI´ITNI: ¿Cómo es que estás libre y vivo?

KITSIS LUWA: Porque vencí a los dioses trueno y esa luz cegadora y ese estruendo de hace un rato es el castigo que les impuse, por el daño que le causaron a mi padre.

NATSI´ITNI: ¿Supiste dónde lo enterraron?

NIÑO: Sí y lo desperté de ese largo sueño, revivió y lo traía conmigo, pero huyó convertido en ciervo y tal vez se te presente así, algún día.

NATSI´ITNI: Ya me acostumbré a su ausencia, no importa que se haya ido, lo bueno es que tú me harás compañía.

NIÑO: Estaré contigo siempre, porque yo Kitsis–Luwa, el dios del maíz, desde ahora me convertiré en el padre que alimentará a sus hijos y a los hijos de sus hijos y tú serás la abuela de todas las criaturas y a ti todos los hombres habrán de venerarte con sus ofrendas, por ser la diosa de la tierra, de donde nacerán todos los frutos que alimentarán al género humano y el seno donde reposarán mujeres y hombres cuando hallan cumplido su misión en este mundo. Yo quiero empezar a cumplir con la mía, para eso necesito que me entierres.

NATSI´ITNI: Yo no puedo enterrarte vivo, hijo. Eres un niño.

NIÑO: Así me he presentado, pero en realidad soy la semilla que renació de una planta que tú sembraste y como toda semilla debo de morir, para renacer y vivir una y otra vez. Ahora sí ¿Me vas entendiendo?

NATSI´ITNI: Ahora sí, nacerás de mí, crecerás y hacia mí retornarás por siempre, a través de los siglos. ¿Dónde quieres que yo te vuelva a sembrar?

NIÑO: Aquí junto a tu casa, en éste bello jardín, donde está nuestro hogar y tú eres la dueña de la vida.

NATSI´ITNI: (Lo toma de la mano) Ven conmigo, para que tú mismo escojas el lugar donde quieras dormir.

NIÑO: Sólo será por muy poco tiempo, para volver a empezar a renacer cuando el sol se haya cansado de brillar y se desaten las tormentas, con sus rayos, sus truenos, y la lluvia se libere por dondequiera en todos los rincones del cielo y caiga después sobre la tierra.

Caminan lentamente por el jardín, hasta que se detienen en el centro del escenario.

NIÑO: Aquí quiero que me recibas en tu seno.

Natsi´Itni se hinca y abraza al niño.

NATSI´ITNI: Yo te acunaré, protegiéndote en mi cuerpo, donde el agradable calor de mis entrañas sentirás, y ahí también gozarás la humedad natural de mi ser. Después te alimentaré con mis nutrientes, y recibirás las cálidas aguas del verano, para mitigar tu sed, mientras duerme niño, amado mío, pues mis cantos tu sueño dulcemente arrullarán, cierra ya tus lindos ojos, y por fin, disponte a descansar.

El niño se ha dormido en su seno, ella lo acuesta en el suelo y lo tapa con un velo oscuro, como si lo enterrara, mientras la escena se va oscureciendo y comienza a oírse, apenas perceptible, el sonido de la lluvia. Al fondo del escenario, en el ciclorama, se proyecta una milpa que va creciendo hasta quedar gigantesca y cargada de mazorcas.



TELÓN FINAL.

Nota: Estas son las escenas finales de la obra. Por lo tanto, no sería conveniente que se representara esta versión. El autor.

Dante del Castillo: Nació en Orizaba, Ver. Es Ingeniero Metalúrgico, egresado del I.P.N. Estudió Dirección Escénica en el INBA y en U.S.A. Composición Dramática con Emilio Carballido y Cuento con Juan José Arreola. Ha ganado varias becas, en una de ellas, recibió la asesoría de Juan Rulfo. Tiene escritas más de cuarenta obras, la mayoría publicadas y estrenadas, algunas de ellas también se han representado en España, Portugal, Sudamérica y en el sur de U.S.A. Ha ganado varios premios y menciones honoríficas. Asesor de la U.E.E.V.